Centésimo regadío corporal
La saga de un vagabundo
Pertenece al helor de un paso a ciegas,
Restando la falta de un cuerpo transeúnte
Con las ampollas secas,
De tanto meterse en el lodo de la chimenea,
Pica el anzuelo,
Pez en lluvia.
Esther
Con ramos cada vez mas ondulatorios por la resaca de la casita amarilla,
en cuanto a su libertinaje marítimo,
nos pesamos.
Pese 1.2 lbs.
Esthercita siempre dijo que la sal oculta el rebaño de cientos angelitos.
Que los candelabros de patios infestados por la saliva de golondrinas,
podían producir la redondez de los objetos,
Que el habla interpreta los retorcijones que da uno al morder un codo.
Que la piel seca
Se da por colgar mal las corbatas,
Por poner una naranja podrida
en la pista atlética antes de dormir.
Que tan solo mi amigo imaginario se compadece de mi
Cuando no puedo hablar.
La saga de un vagabundo
Pertenece al helor de un paso a ciegas,
Restando la falta de un cuerpo transeúnte
Con las ampollas secas,
De tanto meterse en el lodo de la chimenea,
Pica el anzuelo,
Pez en lluvia.
Esther
Con ramos cada vez mas ondulatorios por la resaca de la casita amarilla,
en cuanto a su libertinaje marítimo,
nos pesamos.
Pese 1.2 lbs.
Esthercita siempre dijo que la sal oculta el rebaño de cientos angelitos.
Que los candelabros de patios infestados por la saliva de golondrinas,
podían producir la redondez de los objetos,
Que el habla interpreta los retorcijones que da uno al morder un codo.
Que la piel seca
Se da por colgar mal las corbatas,
Por poner una naranja podrida
en la pista atlética antes de dormir.
Que tan solo mi amigo imaginario se compadece de mi
Cuando no puedo hablar.
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